De vez en cuando algún amigo o conocido que quiere ser emprendedor me llama
y quedamos a comer o a tomar algo para intercambiar ideas.
Yo suelo contarles mis batallitas, sobre todo los primeros meses que fueron
muy duros. Ellos me cuentan sus ideas de futuro.
Lo curioso es que me ha pasado ya varias veces que cuando me cuentan sus
ganas de montar una empresa, y empezamos a centrar el tema en una industria
en particular, noto el síndrome de «falta de glamour». Es decir, que el
interlocutor me dice cosas como «ya pero, ¿cómo me voy a poner yo a vender
caramelos?», o «¿gestionar un catering?» Pues -digo yo- Michael Dell vendía
ordenadores en su dormitorio y Richard Branson vendía discos en su
tiendecita de Londres ¿no?
Este «síndrome» es más evidente todavía en personas que tienen una cierta
carrera consolidada, aunque sean muy jóvenes. Parece como si el ser titulado
universitario y hasta tener estudios de postgrado fuera más un impedimento
que un motivo de seguridad en uno mismo a la hora de montar una empresa.
Sinceramente no lo entiendo. Un emprendedor tendría que tener claro este
punto desde el principio. No se puede ser «emprendedor llave en mano», ni
pasarse toda la vida pensando y deseando ser un emprendedor pero sin
centrarse en algo real. Además hay numerosos casos de gente con cierta
carrera establecida que no dudaron en lanzarse a ser emprendedores.
Florentino Pérez (Ingeniero de Caminos) lanzó la «Guía del Ocio», Leopoldo
Fernandez-Pujals dejó su puesto directivo en Johnson&Johnson (se dice que
cobraba 20 millones al año en aquella época) para montar un restaurante de
pizzas que luego llamó «Telepizza», Phil Knight, tras obtener su MBA en
Stanford se pasó 2 años poniendo los fines de semana stands de venta de
zapatillas en carreras de atletismo antes de fundar «Nike», Gonzalo Hinojosa
(Doctor Ingeniero Industrial) decidió tomar las riendas de la pequeña
empresa familiar de confección hasta convertirla en el gigante Cortefiel.
¿Cuántos ejemplos más se necesitan?
Leave a Reply