Ayer la prensa desvelaba que el gobierno español está interesado en aumentar su participación en el consorcio Airbus. El argumento principal es que así se tendría más influencia a la hora de “repartir” los contratos de desarrollo de aviones.
Mi primer comentario es acerca del consorcio Airbus. Tuve la oportunidad de estudiarlo para un trabajo en Londres y he de decir que soy un convencido de que la intervención en esta industria ha sido beneficiosa para el mercado: rompió el monopolio de facto de Boeing. Es el único caso –junto con algunos ámbitos de la telefonía- en el que considero que la intervención estatal puede ser beneficiosa, en el 99% de los casos restantes se debería dejar que el mercado funcionase, con ligeros retoques eso sí.
Sin embargo creo que es un error eso de “repartir el pastel” entre países. A corto plazo pudiera tener sentido, pero a medio (y ya estamos ahí) es una política que simple y llanamente mata la innovación. ¿Para qué innovar si va a ser Zapatero, Merkel o Chirac quién nos va a traer el contrato?
La mejor prueba de esto es lo que me contó un ingeniero español que conocí hace casi 2 años en Toulouse mientras visitaba las instalaciones de ensamblaje de Airbus: Alrededor del 50% del valor del A380 (creo recordar que me dijo este modelo, pero no estoy seguro) es norteamericano. Es decir, un avión Airbus es casi más USA que Europeo. ¿Por qué? Simple y llanamente porque hay multitud de componentes (reactores, aviónica, etc etc) que no pueden ser proveídos por empresas europeas, que no están a la altura de sus competidores norteamericanos.
Seguro que nos sentimos muy orgullosos de ver la bandera europea ondeando en los Airbus, pero lo importante debería ser la factura, que es la que crea valor a accionistas y empleados. Y hasta que no se asignen contratos en el consorcio sin tener en cuenta el país, no se creará un clima de competitividad capaz de fomentar realmente la innovación.
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